lunes, 9 de diciembre de 2013

Ser.

Quería ser una flor para que sintiera mi perfume y tuviera ganas de arrancarme y llevarme consigo.
Quería ser su ropa, para abrazar cada parte de su piel.
Quería ser el asfalto, para sentir su andar como masajes en mi cuerpo.
Hasta me conformaba con ser el azúcar para saciar sus preferencias y endulzar sus desayunos.
Usaría cualquier película que fuera de su agrado para disfrazarme con ella y entretener sus tardes de aburrimiento.
 Me vi capaz de transformar lo dulce en lo salado, lo frío en lo caliente, acorde a sus antojos.
Soplé tan fuerte como pude para provocar esa brisa que tanto necesitaba al salir a su balcón.
Quería ser la parte que más le gustara de una canción para entrar por sus oídos en forma de melodía y salir por su piel, siendo puro sentir, sensación y reacción.
Quise serlo todo, con tal de no tener que pasar por la terrible tarea de ser su cabeza.
Un arma letal para mis capacidades físicas y mentales.


lunes, 2 de diciembre de 2013

Mis iniciales.

No entiendo cual es ese problema que te para.
Venís corriendo y en el momento de cruzarte conmigo, frenas.
 Como si algo te dijera que no tenes que acercarte a mi.
Quiero cortar los frenos que te reprimen y que te pases de largo.
Sacarte esa venda de la boca.
Desatar la soga que se enrosca entre tus manos.
Y que tus palabras al fin salgan como cataratas y bañarme con ellas.

martes, 26 de noviembre de 2013

Amor.

Le gustaba el amor. 
Pero de cierta forma. 
Le encantaba enamorarse a primera vista. Podría decir que se sentía como cuando uno se enamora.
Enamorado.
En fin, disfrutaba de esos pequeños segundos que le daban un golpe en el cuerpo, llenándole de adrenalina e inquietudes el pecho que a su vez se alojaban dentro de su panza. Esos inolvidables segundos en los que había una conexión visual que intimidaba.
Las miradas se sostenían hasta no poder más y ser como el choque de polos opuestos en un imán. 
Como esa fuerza extraña que no te deja volver a juntarlos.
No iban a volver a observarse. La vergüenza se les dibujaba en la cara.
Su consuelo era el piso. Psicólogo de pensamientos sueltos, que aterrizaban en él y lo cargaban de miradas llenas de preguntas.
Llenas de todo.
El amor lo era todo.
Aunque, le repugnaba verlo.
Solo le gustaba sentirlo.
Las parejas eran un asco. Los besos también lo eran.
Los besos con lengua y saliva. Baba.
Pero debía acostumbrarse. Porque pronto conocería a una persona a la que le gustara sentirlo, hacerlo y verlo.
Los demás iban a ser espectadores de semejante espectáculo.
Dos personas dándose amor. En plena calle. Pleno centro. Sobre la vereda.
Sobre el semáforo, sobre la estatua y el obelisco.
Sobre todo.
Porque todo
era el 
amor.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Lástima.

Los parques son para nosotros, como los zoológicos para los animales.
Son como un segmento de "naturaleza" insertada en unos buenos kilómetros de cemento a la redonda.
Son una especie de simulacro de lo que sería para nosotros un lugar bonito en el que anhelamos estar. Y todo es "maravilloso". Hasta que te das cuenta de que más allá hay edificios asomándose por entre los árboles, vigiládonos. 
Hay casas, cada una con su problema. 
Encuentro balcones con gente que sale a dar un respiro, mirando esta mentira desde lejos.
Hay autos, tensión sobre ruedas. Contracturas. Insultos.
Hasta puedo decir que veo al obelisco. Pequeño alfiler en medio de un hormiguero.
Y miro para abajo y el cuadrado mal cortado de pasto donde estoy parada, se distingue de los demás por una línea divisoria que continúa haciendo énfasis en 
lo artificial.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Callen a las llaves!

A decir por mi estado de lucidez en aquel momento, hubiese jurado verte haciendo la fila para conseguir las entradas más caras con tal de darte un verdadero festín con el espectáculo.
Situación más ridícula que la mía, en el intento de encontrar la famosa e imaginaria llave que correspondía para cerrar algo tan simbólico, algo tan intenso, tan agotador, como estos últimos años, no se asemejaba.
¿Por qué se me veía tan ridícula, agachada en el piso, tambaleándome sobre mis cuclillas, sacudiendo un manojo con quinientas llaves que se reían de mi?
Tal vez, porque solo yo escuchaba sus risas y solo yo creía que alguna iba a dar un cierre al fin.
 Pero no.
Así que me la pasé toda la noche buscando esa puta llave hasta que recobré la poca lucidez que tanto te hacía reír. 
A vos y a ese manojo.
Para ese entonces, mi espectáculo había terminado y el sonido ensordecedor de tus aplausos dio fin a la rutina.


mi
show.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Una hormiguita.

Y qué me importa si me pisan si total soy una hormiguita.
A quién le interesa mirar más allá de las baldosas en busca de algún objeto "de valor" para decorar así su pelo con él, o mejor, regalárselo a quien use ese tipo de cositas innecesarias.
Fue una pregunta sin respuesta. Porque la respuesta la tengo yo.
Que miro desde abajo tan chiquitita los problemas de los demás.
Esquivo corriendo tan rápido como puedo las grandes pisadas que intentan aplastarme todo el tiempo.
Por eso camino por los bordes, grietas o simplemente contra la pared.
A veces  las bicicletas con la ruedas ya desinfladas permiten que estas se amolden a las rayas que hay entre baldosa y baldosa, y, aunque nadie lo piense nos aplastan. Y así morimos.
En otros casos, pude correr y esconderme tras el capricho de un nene que me tomaba por el torso con una pinza y me hacía cosas extrañas con una lupa. Un rayo muy fuerte se reflejó sobre mi cara y la luz era tan intensa que perdí la vista de ambos ojos.
Dos de mis patas traseras las tiene una araña y algunas personas dicen que no tengo corazón. O sea, que las hormigas no tienen corazón. O sea, yo.
Pero acá estoy.  Se que esta vez es mi final.Me encuentro escribiendo esto antes de tener otro accidente más. Que en realidad, ya lo tuve. Ingerí veneno para hormigas y solo me queda esperar un rato. O quizá un día. No lo se. Solo me di cuenta. 
Y sí, las hormigas también escribimos. O por lo menos yo lo hago. 
Solo puedo decir que siempre fui una hormiga, con o sin patas, con o sin vista, aunque siempre con un corazón.
Me puse melancólica.
Me duele la panza.
Creo
que es
el
fin.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Vomitar mis problemas.

Recuerdo la vez que vomité después de comer unos fideos con salsa.
Comencé por sentir malestar en la panza.
Al ratito fui al baño caminando tranquila, sintiendo como me daba vueltas la cabeza.
Me quedé de rodillas frente al inodoro y el sentido de mi vista y el de mi olfato buscaron el punto más desagradable para poder provocar el asco, y así llamar a vómito.
La conclusión fue que no resultó. Entonces tuve que  acudir a mi cepillo de dientes. Era la primera vez que lo intentaba.
Así fue que me encontré de rodillas nuevamente, sujetando a mi víctima e introduciéndola en mi boca, para que luego terminara bañada en un vómito ácido. Lleno de problemas que se marchaban para volver al rato.
Ida y vuelta.
Mal de los males.
Ácido de los ácidos.
Mientras vomitaba, recreaba la situación pero con todas las cosas que me hacen mal.
Pienso que vomitar es algo horrible. No me gusta que mi cuerpo haga convulsiones discretas, y sentir cómo mi estómago se retuerce porque algo malo está pasando dentro suyo. Ni siquiera me gusta vomitar. A nadie le gusta.
Y a nadie le debe gustar estar viajando, con un cartel pegado en la frente que dice "`soy un problema y por  eso intentan expulsarme" dentro de la panza de otra persona, acompañada de ácidos y comida escabullida de horas antes. Incluso minutos. Recién masticadas. Con saliva. De otra persona.
Me cansé de vomitar las cosas para volver a comerlas. Mi cuerpo no asimila entre lo que me hace bien y lo que no.
Será que estar arrodillada frente al inodoro me es más cómodo que estar en  otra posición?

sábado, 2 de noviembre de 2013

Difunto en el baño.

La única realidad era que ni siquiera ella se animaba a descubrir lo que pasaba dentro de aquel baño.
Solo sabía, por experiencia propia, que el agua la castigaba.
Así lo pensó hasta el día en el que descubrió que quien se responzabilizaba por dicho acto era su difunto abuelo.
Cada vez que ella hacía mal las cosas y luego entraba a bañarse, su abuelo giraba las canillas de las demás piletas tomando el control de la temperatura del agua.
Al principio, había baños que le hacían demorar más de lo normal.
Regulaba las canillas de a ratos, pegando saltitos al hacer contacto el agua caliente con su piel.
El vapor comenzaba a subir y dificultaba su visión.
- Vale, perdón!- gritó un día mientras terminaba de quitarse la espuma de su pelo.
Segundos antes se encontraba enjabonando parte de su panza y  pelvis.
Sumergida más que en la espuma, en su cabeza diría yo. O creería ella.
Pensó la posibilidad de que todo fuera culpa de su abuelo.
- Ahora regalame un buen baño- volvió a gritar.
Entonces, luego de sus disculpas, el agua comenzó a amoldarse a sus caprichos.
La envolvió en un manto transparente perfecto. Sin altibajos.
Y así prosiguió para seguir enjabonándose.

jueves, 31 de octubre de 2013

Mala digestión.

Repito una y otra vez la misma situación.
Como si se tratara del almuerzo o la cena que me obligan a comer y no quiero. Pero nadie se pregunta el por qué de mi negación a la hora de ingerir algún alimento.
Hasta la sopa tiene tu gusto. Sos cada burbuja que se aparece en la soda.
A veces observo como quedan colonias de burbujitas acumuladas en el fondo del vaso.
Entonces lo agarro y lo apoyo con fuerza sobre la mesa para que las intrusas  suban a la superficie y se deshagan con la misma facilidad con la que se hicieron.
Así siento que te vas, entonces tomar no me hincha, ni me trae malestar. Así no vomito después de cada comida por culpa de esa sensación amarga que te gusta dejarme cada vez que te enfrias.
Quiero una digestión normal. Quiero que mi cuerpo te acepte. Que mis ácidos no intenten eliminarte bruscamente haciéndome daño a mi misma.
Podrás dejar de ser un malestar para mi cuerpo?
Porque
ya no quiero
vomitarte
más.

lunes, 28 de octubre de 2013

Una mezcla de desarreglos.

Tu orgullo llenó la habitación donde me encontraba tomando mate dulce y lo transformó en amargo.
Tuve que salir corriendo y gritando en busca de ayuda pero nadie me vio.
Entonces cubrí mi cabeza con ambas manos y comencé a balancearme de un lado al otro. De atrás hacia adelante.
Grité tres veces mi nombre y el de la persona que quería que se marchara.
Subí las escaleras 65 veces y las bajé 63 porque las dos que restaban me tiré por la baranda.
Al segundo intento de un desliz perfecto me caí de culo al piso,  e intenté amortiguar la caída con mi brazo derecho.
Entonces sentí como uno de mis huesos se astillaba. Me había roto el brazo.
Y me dolía. Me dolía fuerte. Quería gritar y lo hice.
Pensé en guitarras o en flechas. Pensé en las ardillas y en los vidrios.
En las montañas de arena y los festivales.
En esas plantas que se encuentran abajo del mar, que cuando las tocas se cierran.
 Pero nada me ayudó. Mis recursos se habían terminado.
Una galaxia se posó en  mi panorama derecho y dejó que la descubriera. La miré de reojo y luego, entré.

jueves, 24 de octubre de 2013

Mar Abierto.

Y siempre termino desembocando en tu cuerpo. 
Un mar abierto.
Estoy sobre una tabla de madera, sin seguros ni paredes. Sin agarres ni remos. 
Las brújulas no existen.
Estoy a la deriva, naufragando a la espera de que otra ola embista contra mi. Que el agua me arrastre o me hunda hacia abajo, y en un intento por buscar un poco de oxígeno, tus mentiras como plantas se enreden en mis tobillos y guarde mi cuerpo en lo más oscuro de tu interior.
Los peces aparecen, te recorren y suplican. Todos quieren ser protagonistas de semejante mar venenoso.
Tus aguas enamoran. Tu temperatura tranquiliza. Tu superficie engaña. Tu profundidad atrapa. 
Los cuerpos flotan, festejando mi llegada.
Una compañía más. Una pizca de azúcar para este mar tan salado. O tan amargo.
Pero ya no pueden advertirme. Sus almas permanecen en el  fondo de una fosa. Son tu almuerzo y tu cena. Tu desayuno y tu merienda.
Tu ego y el producto de la intensidad que provocas antes de ahogar, y atrapar.
Bienvenida sea mi inconsciencia e inocencia. 




miércoles, 2 de octubre de 2013

Fiebre en la boca.

Aquella mañana amaneció antes que yo. Pude sentirlo en el intento de escapar del sopor de un sueño absurdo.
Se encontraba con el cuerpo incorporado mirando hacia la puerta del placard.
Al cabo de cinco largos minutos me dedicó una mirada posando sus ojos sobre mis muñecas descubiertas.
Como si se tratara de una búsqueda del tesoro - aunque en este caso más que un tesoro, era una desagradable sorpresa-, acercó su cara para observar detalladamente
las caras internas y externas de mis muñecas y ante brazos.
Fingiendo seguir en las profundidades de mi sueño, me di media vuelta pero continué alerta por si a caso.
Extendió su mano derecha sobre las sábanas que me cubrían y me destapó. 
Ahora no solo podía observar mis brazos, sino que también podría detenerse en mis piernas o incluso en mis tobillos.
¿ En qué iba a cambiar si encontraba algo o no?
Y, ¿por qué querría encontrarlo?
Crucé mis piernas intentando cubrírmelas - por lo menos la derecha-
Qué inocente fué, que solo se conformó con mis brazos.
Qué decepcionante, creía conocerme pero sus convicciones estaban totalmente erradas- para su mala suerte-.
Creo que el filo de los objetos me conocían más a fondo que su cuerpo y mente. incluso más que sus sentidos.
Pero mis extremidades  no bastaron con su estúpido papel de Sherlock Holmes - porque eso aparentaba ser, y mi mal humor aumentaba en base a su mediocre pero satisfactoria búsqueda-.
Entonces se levantó de la cama y se dirigió a mi mesita de luz.
Observó allí un frasco con pastillas de las cuales apenas recordaba su nombre y el efecto.
Me sorprendí al sentir como tomaba el frasco y, mientras lo destapaba, aspiraba su embriagador aroma dulce, pero peligroso.
Aligeró el paso hacia su mesita de luz, y vertió el contenido sobre ella.
Contó las pastillas - creyendo que con eso tendría la situación controlada- y las devolvió a su lugar.
Nunca tuve la necesidad de ser precavida con esas cosas.
Por eso había otro frasco dentro del cajón, del cual abusaba brutalmente cada vez con más frecuencia.
Pero nadie, incluso la persona que creía conocerme y cuidarme, se había dado cuenta.
Solo mi cuerpo y yo eramos testigos y víctimas - a veces conscientes- de mis demencias e inseguridades mal controladas.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Dejame dormir.

Solo quiero una noche en paz.
Siempre fui de soñar lo último que rondaba por mi cabeza antes de irme a dormir.
Siempre mis problemas deciden salir a pasear de noche y entrar a mis sueños como si se tratara de un bar.
Un bar en el que no son bienvenidos e intentan ser despedidos manifestando así sus disputas sobre mi cuerpo.
Y en medio de la noche me rindo y me despierto.
Brotan lágrimas de mis ojos y no comprendo qué pasa hasta que me veo sentada en medio de la oscuridad y se de que se trata.
La situación se repite como si fuera rutina.
¿Puedo tener un sueño tranquilo después de que, como todas las noches, te aparezcas en mi cabeza?

viernes, 27 de septiembre de 2013

Teléfono descompuesto.

Y aquí estoy.
Me vuelvo a encontrar sentada en la sala. Sobre un viejo sillón color Beige.
Tengo los brazos apoyados a los costados. Con las piernas estiradas.
Es una sensación muy cómoda. Me relajo y echo la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, abriendo mi oído a cualquier mínimo ruido que interrumpa en la sala.
Relajo la boca, le quito tensión a mis manos y a mis brazos.
Me concentro en la respiración. Tomo como guía el ruido que producen mis fosas nasales al inhalar. Retengo el aire. Y suelto.
Pero suelto por la nariz. No me gusta exhalar por la boca. Siento que al hacerlo, pueden salir mil millones de pensamientos que se escapan desde mi cerebro,
y dejarme al descubierto, como si me quitaran una manta de encima, en un intento de relajación frustrada.
Y gracias a ese miedo que me agarra, me pongo a pensar, que tal vez, no sirve que relaje tanto mi cuerpo, si mi mente está confusa y tengo tanto que decir y que ordenar.
Tanto que decir y esconder. Tanto que callar y reflexionar.
Tantas cosas por hacer y arrepentirme al instante porque se tratan de solo impulsos.
Estoy esperando algo. Esta vez, lo se. Esta vez estoy concentrada en no perder la calma.
En hacer el menor ruido posible para que, al hacerse presente, su llegada impacte sobre mí provocándome el placer más grande del día.
Su presencia trae consigo un  peso con el que cargo en la espalda y hace que me arquee, produciéndome así una molestia del séptimo infierno.
Un asco.
Pero del placer paso a la intriga y de la intriga a la noticia.
Tanto buena como mala, como siempre, ya no tiene importancia. Me pasé horas pensando en eso y el teléfono nunca sonó.


domingo, 22 de septiembre de 2013

Inocente primavera.

Quiero recorrerte en ascensor, escuchando la música que más te guste dentro de él.
Quiero mantener la calma después de conocer el 1º piso.
El día en el que entro, mis sentidos se despiertan curiosos, y necesitan conocer para saciar la desesperación.
Pero a la vez tengo miedo y no quiero subir.
Siempre me ganó la curiosidad.
Entonces me meto dentro de la caja de pandora y comienzo a apretar los botones en un orden desesperante e insoportable para mi paciencia. 
1º, 2º, 3º. Ya te recorrí.
Y cuando pienso que mi busqueda tuvo fin, me doy cuenta de que me faltó abrir una puerta, que se encuentra ubicada arriba de todo, en la cual nunca reparé.
Y para sufrir más la situación, tengo que trasladarme por las escaleras. Salgo de lo cómodo para entrar a lo incómodo.
Me paro frente a la puerta, observando cada detalle. Giro el picaporte.
Al abrirse, permanezco inmóvil. Me falta el aire. Me duele el pecho.  Y rompo a llorar silenciosamente, por un lugar que apenas conozco. Un lugar al que no me dieron permiso para visitar.
Era de esperar.
Los pisos 1º, 2º y 3º eran parte de tu cuerpo.
La puerta sin número era tu cabeza. Y yo no me vi dentro.
Para mi sorpresa fui recibida por alguien que intentaba bajar por el ascensor del que yo venía, para así recorrerte de a poco.
La única diferencia fue que esa persona te estaba explorando porque vos la habías dejado hacerlo.
Y yo no lo sabía.






lunes, 16 de septiembre de 2013

Remitente desconocido.

La habitación queda a oscuras y en silencio.
Nuestros oídos esperan la siguiente canción.
De repente suena.
Y se inunda cada vértice, haciendo vibrar el ambiente con una atmósfera agradable, extraña e imposiblemente familiar.
Cada cuerda tensa que se toca, provoca distintas melodías que como olas rompen sobre nuestros brazos, sobre nuestra cara, mi pecho, el tuyo, ambas espaldas y al salir, filtradas por los capilares,forman esa esperada piel de gallina.
Ahí mi mundo se detiene. Baja de mil a cien. Y te observo. Me adentro en tus pupilas y te entiendo.
Así como vos a mi.
Te acaricio el pelo y te contemplo,mientras intento tranquilizar a todos mis sentires que rebotan dentro mío.
Pero llega esa parte de la canción en la que estallo. Exploto. Reviento.
Y se lo que me pasa cuando te miro.

Ruta 2.

Y si al despertar, la realidad que ven mis ojos al abrirse es tu imagen pidiéndome entre sollozos que siga en pie, que no me vaya?
Y si nunca despertó de ese coma? Abandonando así a los suyos, dejando apenas una triste y corta vida que tal vez habría podido cambiar si tan solo tomaba conciencia, pese a su edad.
Es necesario que aunque no ponga fichas, el motor de mi cerebro se active a mil y me pase 100 veces la misma película antes de irme a dormir?
Y como hubiera actuado yo? Seguramente me hubiese quedado en mi lugar.
Y lo único que me hubiese echo ruido hubiese sido el latido de mis venas dilatadas y mi cara teñida de un rojo feo causado por la posición en la que quedé.
A veces pienso que realmente viniste conmigo y te pasó algo muy malo como para no contármelo y así vivir como una mentira todos los momentos en los que te haces presente en mi vida.
Hay tantas cosas que quiero saber. Pero es poco lo dispuesta que estoy a observar.
Las imágenes que se forman entre sueños y momentos personales, se estiran y se alargan reproduciéndose en cámara lenta y luego en cámara rápida.
De día y de noche. Yo adelante, yo al costado. Yo viva, yo muerta.
Y finalmente me rindo ante el sueño, y por primera vez en la noche, mis pensamientos se aflojan.
Pero no se en qué realidad me voy a despertar cuando sean las 7:50 am, y el teléfono suene, trayendo con sí, la mala noticia.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Domingo por la mañana.

Una caminata  extensa por un lugar al que nunca me habían llevado.
Largas charlas bajo la sombra de un árbol viejo que se resistía a los rayos del sol.
Dos estómagos llenos. El deleite de sus ojos a los míos.
Su suave tono de voz y su placentera sonrisa que prometía indescriptibles sensaciones futuras.
La puesta del sol y su despedida, acompañada de una brisa que regalaba un clima agradable.
La llegada de una luna comida por ratones que se decidía a quedarse ahí, para bañarnos con su luz tenue.
Le ofrecí mi espacio. Compartimos un viaje, con un silencio que no nos inquietó.
Mi cama fue nuestro último enlace. Dormí rodeada por sus brazos como una enredadera que abraza a un árbol.
Sentí cómo su respiración se metía entre mi pelo y llegaba hasta mi nuca.
Fue la melodía que me hizo dormir profundamente hasta el día siguiente.
Cuando desperté, reparé sobre el espacio brutal que sobraba en la cama. Me dí cuenta de que nada
de lo que había sucedido aquel día había bastado para que no se marchara por la mañana.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Vos en imprenta.

Me sienta bien escribir tu nombre.
Subo y bajo corriendo por las rampas empinadas.
Retrocedo al cruzarme con una montaña alta que le da más diversión a mi travesía por recorrer cada letra consiguiente.

Una línea vertical me da pie para tirar una cuerda que me sostenga y deslizarme por un tobogán que desemboca en un delgado palito hasta toparse con una calle sin salida. Lo paso por alto y sigo mi rumbo dando grandes saltos para así esquivar a un ser largo y flaco que me observa desde arriba. Su acento me intimida y hace que quiera pasar a la siguiente letra. Donde termina tu nombre. Y empieza el mío.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Muy vos.

Ella parada. El sentado.
Permanecieron inmóviles por un rato.
Mirándose el uno al otro y transmitiendo un pasado cargado en sus ojos.
Ambos tenían qué contar. Pero ese momento no era para hablar.
Era momento de olvido. De fingir. De hacer de cuenta.
Lo demás vendría solo.
Fingirían ser el uno para el otro.
Hasta darse cuenta, algún día, que todo había sido tiempo perdido.
Y no habría historia que seguir con falsedad de por medio.

domingo, 25 de agosto de 2013

Pérdida de equilibrio- caída- impacto.

Te siento como cuerda floja.
No tenes esa tensión que me asegura lo firme.
Miro para abajo y  me mareo. Está lleno de piedras
y tu reacción al imaginarte un accidente siendo parte de tal junto con ellas te divierte.
Te dan ganas de soltarte y dejarme caer al vacío.
Y quién me ataja? me atajo yo. Como puedo o como me salga. Con mis manos debajo de mi cuerpo, soportando mi propio peso
y sintiendo la superficie del otro lado.
E impactar.
Impactar junto con otros cuerpos que me esperan.
Impactar deseando caer pegada a un cuadro sin figurita o en su defecto caer justo encima del viejo mazo.
Y agrandar la familia. 
Y agrandar tu ego.

lunes, 12 de agosto de 2013

Des-ordename.

Llegó a su casa cansada, agobiada, exhausta de trabajo que rebalsaba por encima de la tapa de su cráneo.
Tras abrir la puerta, observó el desorden familiar que había sobre la mesa.
No quería recordar lo que había pasado ayer sobre ella. No era tan importante, al igual que tantos otros desórdenes en otras partes de su casa.
Todos esos desconciertos la aburrían temporalmente. Todos iguales, unos más enquilombados que otros.
Necesitaba re ordenar su vida de forma desorganizada, como a ella le gustaba.
Consideró la opción de revisar en los bolsillos de su saco, en busca de un nuevo desorden, y confiando en que este iba a ser un remolino de papeles que le darían vuelta la casa, dejando cosas así como el sillón en el baño o el horno en el dormitorio, introdujo la mano en su bolsillo y sacó un nuevo papelito.
Tomó el teléfono y marcó, un nuevo y desconocido número para su agenda mental, normalmente desordenada. Tal como a ella le gustaba.

jueves, 1 de agosto de 2013

Del revés.

Hoy me levanté con ganas de hacerte daño.
Como no estas a mi alcance, decido buscarte vía internet.
Me acerco a la computadora y ahí está tu nombre, acompañado de un circulo color verde al costado, que marca tu disponibilidad para cualquier tipo de caprichos que se me ocurran.
Tengo ganas de que tu estómago ingiera cualquier tipo de químico y que te deje del revés
El solo pensarlo me alborota de forma efusiva.
Comienzo con una charla que tiende a un desastre y de repente, PUM. Aprieto el botón que detona la bomba. "Enter". Y lo envío. 
Tu reacción complace a mis caprichos, porque dejaste de responder, el circulo permanece color verde,  y ahora estoy a la espera del resultado: Incoherencias que salen de tus manos temblorosas.
Puedo darme cuenta de tu estado de inconsciencia que lucha por seguir la discusión. 
Tu vulnerabilidad me hace fuerte y me aprovecho de ella sacando ventaja, triunfante.
Hasta que de repente, el círculo que se encontraba al costado de tu nombre, ya no está.
Me importa poco si te fuiste porque tu cuerpo no aguantaba y se desplomó sobre el teclado, o si te fuiste porque no querías seguir discutiendo.
Pero tu indiferencia me deja del revés. 

jueves, 25 de julio de 2013

Do re mi.

Me senté cerca suyo. Lo contemplé con la mirada, silenciosamente mientras el tomaba su instrumento preferido.
Apoyé mis manos sobre el regazo de mis piernas.
Me relajé por un momento y dejé que me deleitara con su mejor melodía.
Las notas acariciaban mis oídos mientras esbozaba una leve sonrisa en mi cara.
Dirigí la mirada hacia sus manos para observar cada movimiento que realizaba con sus dedos.
De pronto comenzó a cantar. Los tonos que sus cuerdas vocales alcanzaban me fascinaban. 
Me enojé y a la vez me alegré porque no pude encontrarle ningún defecto. 
Era normal lo que pretendía?
Hacía tiempo que no tocaban para mí. A decir verdad, dudaba que todo esto llevara mi nombre.




martes, 16 de julio de 2013

Colectivo.

Caminé hasta la parada un tanto inconsciente. Mi colectivo llegó. A penas pude descifrar el número lo paré.
Me subí y busqué el asiento individual más cercano antes de caer al piso.
Sentía como el viento me cacheteaba descaradamente la cara.
Miré por la ventana y te vi pasar en la bicicleta.
La luz de un auto te hizo desaparecer.
Anhelaba con ser dueña de alguna de las casas que desfilaban a lo largo del viaje.
Por un momento, durante quién sabe cuantas paradas percibí tu subida.
Al levantar la vista, confirmé que todavía estaba algo inconsciente.
Perdí la noción de dónde me encontraba, así que me puse a mirar a los autos que pasaban del lado opuesto. 
Sentía que un caño me iba a atravesar la cabeza.
El colectivo comenzó a llenarse de gente que iba ocupando de a poco su lugar hasta que un hombre se paró al lado mío y mi cabeza se apagó. 

domingo, 7 de julio de 2013

Vaya sorpresa.

Tuve tres segundos para reaccionar y entender lo que estaba pasando.
Tuve toda una noche para levantarme del sillón e irme a mi casa.
Insistí en quedarme, intentando apagar las situaciones e imágenes que se encendían en mi  cabeza.
A tan solo un metro se encontraba una mentira que no iba a soportar. O quizá una verdad demasiado insoportable e inesperada.
Cuanta humillación. La confusión me había ganado y ahora me esperaba en  la meta sentada.
Fue todo delante de mi.
Debo admitir que confundí las cosas y te doy algunos créditos.

viernes, 5 de julio de 2013

Escondidas.

Puedo describirlo como una situación un tanto extraña, que nunca me había sucedido antes.
Estuvimos sumergidos en la oscuridad de una habitación pequeña durante algunos minutos.
Sin decir palabra alguna. Casi sin respirar. Nuestros cuerpos no emitían ningún sonido.

Detrás de la puerta, corría paralelo un juego de escondidas, que nos incitaba cada vez más a perdernos en nosotros mismos.
Gritos externos que provenían de nuestros compañeros ya encontrados,  golpeaban la puerta de la habitación generando cada vez más tensión de la que ya había.
De repente, comencé a sentir su mirada sobre mi rostro, y su respiración sobre la mía.
En cuestión de segundos, todo lo que pasaba a nuestro alrededor se congeló brindándonos el protagonismo.
Nos encontrábamos a centímetros. 
Dejamos que los miedos se filtraran de a poco por la cerradura de la puerta,  y que arrasaran con los prejuicios que estaban por entrar.
Nos hicimos uno. Nos dejamos llevar. Nos olvidamos de las escondidas. Nos olvidamos de todo.

martes, 2 de julio de 2013

La rutina de tu ruta me rompe la re concha de tu hermana.

Qué gracia que me da andar por la misma ruta que transité hace un tiempo, y leer carteles dirigidos a 
bicicletas diferentes a la mía.
Qué curiosos que son los caminos de tierra que se trazan cruzando el asfalto de mi ruta. Todos de tierra.
Hasta un simple viento los hace desaparecer. Levanta un polvo molesto que se nos mete en los ojos y ahí es cuando decido
tomar otro camino porque la verdad, es que me cansa.
Que rutina aburrida. Que carteles errados. Señales confusas me alejan cada vez más de mi rumbo. 
Tal vez sea mejor. No quiero seguir pedaleando por una ruta que no me corresponde.

martes, 25 de junio de 2013

Sentidos sin sentido.

Te voy a pedir que subas y cierres la ventana porque me  gusta el olor que entra desde la cocina de tu cabeza.
Agudizá tus oídos y olfato porque quiero que sientas algo que te voy a cocinar, que es muy rico (no?) y algo lindo que te voy a decir bajito.
Abrí bien los ojos y aprecia las curvas de mi  
  c u r s i v a.
No tendrías que saberlo pero estoy bloqueada. Mi mente se puso en blanco hasta que saliste corriendo y se me aceleró el pulso, me  empujaste. 
Medí tu tacto y regalamelo para mi cumple.
Deleitame con una buena conversación.

martes, 18 de junio de 2013

Hoy, para vos.

Detrás de esta figura, me gusta sentirte como puedo.
Esperarte y leerte. Encontrarme y escribirme.
Y después de un par de horas, despedirnos sin hacerlo, 
dejando siempre la puerta entreabierta para que se filtre otro encuentro que nos llene la panza de nosotros mismos.

lunes, 10 de junio de 2013

Tiempos.

Bendito era cada día de la semana.
Bendito era ese colectivo que nunca frenaba.
No bastaba con que más de una mirada fulminante se posara sobre los ojos del chofer, que  pretendía convencer de no haber reparado en el tumulto de gente.
Tampoco bastaba con más de un brazo estirado intentando imponer más presencia de la que realmente tenía.
Y por qué bendito. Porque la hacía enojar. Y eso lo volvía loco.
Sus cuerpos se cruzaban cortando con el frío que los envolvía todas las mañanas.
Ella llegaba tarde. Él, temprano.
Se desencontraban de tal manera que a su vez lograban ser uno en cuestión de segundos.
Al pasar, a veces fingían no haberse visto, y luego ambos volteaban, y se volvían a encontrar. Como todos los días.
Ni la curiosidad ni esos encuentros fugaces pudieron con ella. Prefirió comenzar a usar la bicicleta para no retrasarse más. Sino, terminaría buscando otro trabajo.

martes, 4 de junio de 2013

Un último viaje. (vuelos)

Sumergido en la oscuridad, saturado de la bronca y el odio, ahogado en el miedo, aún así obedeció hasta el último momento.
Sentado en silencio, escuchó las súplicas de sus compañeros y esperó a que llegara su turno.
Comprendió que todos los sentimientos que se estaban presentando sobre su cuerpo y mente, iban a ser los más intensos, los últimos seguramente.
Lo descomprimieron tanto física como mentalmente.
No había retorno. Dejó que hicieran con su cuerpo lo que quisieran. Como lo habían hecho con los demás.
Comenzó a sentir una leve brisa que luego se potenció de tal forma que se le dificultaba respirar.
Sintió y escuchó puertas abrirse. Sintió el aire puro pero lleno de mierda al mismo tiempo.
De repente, dos manos lo empujaron desde atrás y cayó.
Caída libre. Caída eterna. Su pecho explotó. Su cuerpo se debilitó. Su cabeza enloqueció. Su mente se borró.
En cuestión de segundos impactó sobre el agua, lo que provocó el crujido en ambas piernas. El dolor lo superó y lo obligó a desmayarse.
El agua lo tapó, al igual que a los miles de cuerpos que yacían a su alrededor sumergidos en ese cementerio helado, saturado de vidas, recuerdos, ideas, sentimientos, años prometedores desperdiciados, yendo a favor de la corriente de ríos a la espera de un mundo más, que ahora terminaría siendo parte nada más y nada menos que un festín para las criaturas que vivían en ellos.

lunes, 3 de junio de 2013

3 kilos de culpa.

De repente se encontraba enfrentada  a una situación  por la que siempre imploraba no tener que pasar, pero sucedió.
Parada, frente a su mayor enemigo, quedó paralizada intentando pensar de qué manera reaccionar.
Sentía frío, como si se tratase de un empujón inesperado a una pileta en pleno invierno. Si caía en ella, se iba a quedar sin aire para siempre.
Sus arterias se taparían dificultando, casi imposibilitando el paso de la sangre que las recorría constantemente.
Eso significaba que su muerte ahora iba a ser dolorosa, una muerte sufrible. De esas que nadie quisiera tener.
Por lo menos eso es lo que ella creía. 
En realidad, más que una muerte, era una decepción de sí misma.
Una buena oportunidad para dejar caer todas sus promesas en un balde lleno de debilidades hambrientas que esperaban con ansias la hora del postre.
Después de esto, su tímida autoestima se iba a ir a vivir al centro del mundo, cavando un pozo tan profundo, alojándose donde se encuentra lo caliente.
Ahí se quedaría hasta derretirse y formar parte de uno de los cantos millones de toneladas de sustancia rocosa de la tierra.
Después  de castigarse por unos minutos,  volvió a sí, abriendo la heladera y tomando ese balde de helado de 3 kilos que su madre -ahora protagonista y culpable de sus debilidades- había dejado allí.

martes, 28 de mayo de 2013

Terror.

Al igual que poder encontrarse, sus miradas tenían la capacidad de desconectarse rápidamente y perderse con gran facilidad.
Podían pasar desde el primer segundo hasta la más complicada semana juntos.
Podían acostarse y mirar durante horas la televisión fingiendo interés en ella.
Podían ir y volver. 
Subir y bajar.
Gritarse y susurrarse.
Ella podía hacer de cuenta que estaba todo en orden cuando lo veía hablar con otra chica.
Así como también él podía fingir estar dándole amor y hacerle daño bajo las sábanas.
Tan poco protagonismo tenía la privacidad de ambos, que cuando ella se encerraba en el baño con su celular, él golpeaba fuertemente la puerta, con patadas y golpes, obligándola a abrir.
¿Por dónde pasaba la tensión? ¿Por su encierro o por su celular?
Ambos se las ingeniaban para mentir de la mejor manera. En eso eran buenos en conjunto. Ella inventaba, y tapaba. Él se aseguraba de que ella lo hiciera.
Las promesas se rompían a la noche, cuando comenzaba a armarse una tormenta con frases hirientes que volaban por al rededor de los dos, formando un 
huracán que arrasaba con todo tipo de límites.
El tamaño de la cama variaba según la luz del día. La noche, que escaseaba de luz solar, era perfecta para no llamar la atención de los demás.
Entonces ahí era cuando mágicamente la cama de una plaza, se transformaba en la mitad de su tamaño original.
Ella así, se veía obligada a dormir en un sillón sentada, o en el piso, sino la cama podía molestarse y tragarla de una vez en medio de la noche.
Él necesitaba dormir en ésta, así que había que hacer silencio.
Todos lo sabían, todos callaban.
Si se animaban a preguntar, todo quedaba estancado en una mentira literalmente increíble. Mejor no meterse. Preferimos perder unas horas de sueño por culpa de su llanto. -Mejor-NO-meterse-.
El ascensor, una caja de momentos y momentos.
Era un buen lugar para hacer descarga de tensión. La palanca de "parar" bajaba. Las luces permanecían apagadas. La boca tapada. Los ojos cerrados. Las manos tensas.
Un cuerpo fuerte. El otro débil.
La caja de momentos volvía a funcionar. El hall del edificio se llenaba de angustia. La puerta se encontraba siempre abierta. Los colectivos pasaban por esa misma cuadra.
El tren a diez.
Y ella no se iba.

jueves, 16 de mayo de 2013

Otro cuerpo.


De qué serviría que alagara su tatuaje, o que vivieran a pocas cuadras de distancia?
De qué serviría que saliera de la panadería y la deleitara con sus mascotas, entreteniéndola mientras esperaba el colectivo?
Tenía algún sentido que llegara y fingiera  no saber dónde se habían conocido por primera vez?
Importaba mucho correr a la panadería en busca de un lápiz y un papel, para pedirle su número, mientras ella miraba nerviosa que su transporte no se pasara y así provocara su llegada tarde al trabajo?
Realmente iba a invitarla a salir el domingo a dar unas vueltas por el parque?
Enserio importaba si a ella le gustaban los perros o no?
No. Nada de eso tenía importancia alguna. De todas formas ninguna de esas cosas logró llamar su atención. Ni siquiera el poco buen trato que llegó a brindarle las veces que se cruzaron.
Ni siquiera la simpatía de una de sus mascotas. Por eso, le erró al último número de su celular. Su cuerpo y mente pedían a gritos otro tipo de atención.

domingo, 12 de mayo de 2013

Brindemos con café.


El momento era ahora o nunca. Nunca más en su vida. Bajo ningún término.
Bajo ninguna condición. Imposible.
Tenía que dar ese salto que la iba a impulsar a terminar con todo. O empezar con algo nuevo.
Lo pensó una vez. Lo pensó rápido. Lo pensó medio. Lo pensó despacio.
Su cabeza la obligaba a digerirlo de cuantas maneras posibles pudiera. 
Pero a la vez no quería detenerse un segundo más ni perder el tiempo.
Sostenía un pequeño frasco entre sus manos. Se encontraba enfrentada a una bandeja con dos tazas de café.
Comenzó a sudar. Tenía miedo porque sabía que si lo hacía, nada iba a salir mal. A menos que se arrepintiera y cometiera un "acto de bondad" frente a su víctima,
que permanecía a la espera de alguna bebida post almuerzo o algo así.
La única barrera que le bloqueaba el paso, era pensar en terceros. En la repercusión de éstos.
Lo demás era simple. Nunca había planeado algo tan poco predecible como la muerte inoportuna de alguien.
Contó hasta diez como si se tratara de un juego. Respiró hondo como si fuera a sumergirse en las aguas más profundas. Puso su mente en frío como si se encontrara en pleno verano.
Vertió las pastillas como si fueran para sí misma. ¿Realmente lo eran? ¿El cartero se había confundido de destinatario?
Pudo observar como una pastilla cayó haciendo salpicar gotas de café por fuera de los bordes de una de las tazas.
Acto seguido, repitió la acción, pero con la otra taza. Fin para ambas.
A aquel hijo de puta le va a doler más el hecho de quedarse sin el pan y sin la torta. -pensó-
De todos modos su cabeza ya no estaba lo suficientemente lúcida como para frenar, distinguir, arrepentirse o enfrentar nada ante esa situación. Los meses la habían consumido.
Ahora podía estar tranquila, pero desde otro mundo.
-Brindemos con café. - propuso-


lunes, 22 de abril de 2013

And now you've heard that words turn to gray life in the shade. A violent cry. I'm just trying' to find a mountain i can climb.


Quiero ver si soy la única a la que le pasa o qué.
Viste cuando hablas todo el tiempo con alguien? Cuando prendes la computadora y buscas a esa persona para hablar, porque comparten cosas, porque te sentís, te encontras un  poco en esas conversaciones?
Viste cuando estas a punto de hacer algo y sabes que está mal, pero lo haces igual porque te superan las ganas, o la calentura, el enojo, la inhibición?
Sabes que te vas a arrepentir después, en cierto punto. Pero también pensas que "la vida es corta y hay que aprovechar todas las oportunidades".
Las cosas pasan por algo.
Y qué pasa si esa persona con la que tanto soles hablar, en realidad, no está en este momento de tu vida? Y que pasa? con quién hablas? a quién esperas para que aparezca y hablar?
Las cosas de quién lees? Las fotos de quién miras? Qué canciones son las que te transmiten algo? Qué es lo que te transmiten las canciones? Hay canciones?
¿Y si no tenes eso de lo cual arrepentirte después? ¿Y si no tenes dos cosas que poner sobre la mesa para después elegir y ver las consecuencias, celebrando la elección que tomaste o lamentándote por lo boludo que fuiste al elegir mal?
A veces podes estar lleno de actividades que te gusten. Podes estar lleno de amigos que te rodean. Podes sentirte bien con vos mismo, hasta que tocas una parte que no es tan necesario que esté llena, pero por momentos lo necesitas.
Ni siquiera sabes qué relleno tiene que ir. Ni de qué tiene que ser la consistencia. ¿Se come? ¿Tiene gusto? ¿Me gusta? ¿Dónde lo busco? ¿Por qué no aparece? ¿Que tengo mal? ¿Hay algo que deba cambiar?
Entonces ese rincón donde tiene que ir ese "algo", se empieza a llenar, cada vez más. Te saturas completamente. Pero de preguntas. Preguntas que vienen equipadas con una carga importante. Cada una tiene un taladro, que acciona sobre tu cabeza, sobre tu pecho, sobre todo tu cuerpo.
Se forman mil huecos. Te llenas de agujeros, honduras, grietas, desniveles.
Las orejas se encuentran atravesadas por agujeros que dan hacia el exterior. Las canciones y el contenido de éstas, literalmente, entran por un extremo y salen por el otro. Nada te queda.
Miras imágenes y no absorbes. No tomas el contenido. Nada te llega. Tenga o no colores. Haya o no personas. Aunque el paisaje sea profundo.
Escuchas hablar a la gente. Caras nuevas aparecen. Y así como vienen,  se van. ¿Qué le pasa a tu cabeza? ¿Por qué no procesas?
Porque esos taladros te agujerearon. El interés ni siquiera se asoma. Puede que necesites algo más. Tal vez tapar todos el daño que hicieron esas preguntas.
Y ahí es cuando volvemos a repetir la secuencia a partir del "cómo". ¿Cómo tapamos los agujeros?


Que mierda lo que escribí. Estoy bloqueada. BASTA. chau.

sábado, 20 de abril de 2013

Stages.


Lo tomo con dos dedos, lo prendo, aspiro, observo.
Suelto y vuelvo a observar.
Siento.
A qué cielos volaran mis humos?
En qué ríos se derrumbara mi cuerpo hecho de cenizas?
Qué olas arrastraran mis pensamientos?
Qué costas los recibirán?
Exprimo recuerdos.
Me como tus ojos.

Vomito tu nombre.

jueves, 18 de abril de 2013

Basurita.


Hacía meses que sentía una molestia en su ojo derecho, la cual se iba agravando cada vez más en menor tiempo.
Por momentos, esa basurita que habitaba por debajo de su párpado, decidía irse a dar un par de vueltas, lo cual era un inmenso alivio y eso producía una gran satisfacción, pero luego, después de un par de horas, la invasora volvía.
Con el tiempo comenzó a sufrir grandes molestias que ahora se convertían en barreras dentro de su cabeza, que por momentos generaban una especie de cortocircuito que no le permitían concentrarse, a veces, incluso, pensar.
Necesitaba ir a un doctor urgente, ya que podía sentir como ésta se desplazaba por su ojo, pero algo le decía que iba a terminar escuchando la frase más preocupante ante un problema: "no tiene nada".
Había momentos en los que la basurita comenzaba a hacerse notar cada vez más, y en momentos claves.
Cuando abría el Facebook, o al recibir un mensaje de texto, al esperar una respuesta, al sentir la falta de presencia  de "X" persona o incluso al recordar ciertas cosas.
Estas situaciones hacían que su paciencia terminara con su cuerpo entero, desplomado sobre el piso de su baño, y sus ojos rompiendo en un llanto inconsolable.
¿Por qué le angustiaba tanto?
Es que en realidad, era algo desesperante.
Las semanas pasaron hasta que un día, la basurita desapareció. Se dio cuenta porque pudo sentirlo. Hasta imaginó su partida con valijas y todo, ya que se había instalado de manera tal que el ojo había sido tomado como su hogar.
Pero aunque se hubiera marchado, y esta vez para siempre, seguía sintiendo la sensación de que ésta ya era parte de sí.

lunes, 15 de abril de 2013

Seis carajos.

Puedo acordarme de cuanto era el nivel de satisfacción mutua al estar observando cada expresión de su cara cuando le hablaba y darme cuenta de como se cruzaban un millón y medio de pensamientos paralelos por su cabeza mientras yo recitaba mi triste monologo.
Puedo recordar como frases sin sentido salían sin respeto alguno por su boca, sacandole por completo el peso a mis anécdotas.
Quiero darte la noticia de que no me importaba, y me encantaba si lo hacías  Por eso, muchas veces continuaba hablando esperando a que me interrumpieras para callarme y dedicar mis sentidos a tus incoherencias.
Pero ya no se realmente si me sigue gustando ese encanto que podías llegar a generarme al hablar. Realmente no lo se. Por eso te digo que me importa tres carajos lo que se te venga a la mente, y quieras decir en voz alta, sin importar si estoy hablando. Asi como a vos te importa tres carajos mi persona y lo que me pasa cuando te escucho hablar pelotudeces.

(!!!!!!!!)

jueves, 11 de abril de 2013

Destapo.


Los cubiertos chocaban accidentalmente contra los platos de cada individuo provocando ruido de ambiente en aquella habitación.
Dos conversaciones rondaban por la atmósfera, chocándose entre si, dificultando  su llegada a cada destinatario.
Ella se encontraba sentada, observando mientras se llevaba a la boca un tenedor enredado de tallarines con salsa
Al lado suyo se encontraba su pareja. En frente, la madre y el padre. Al otro lado, su hermana.
No estaba atenta a ninguna de las conversaciones. En realidad,se entretenía mucho más con algo poco común. Por lo menos ella así lo creía. Nunca lo había hablado con nadie porque no era algo que le gustara contar.
El juego consistía en imaginarse siendo parte de aquella cena, largando una serie de preguntas con un nivel de incomodidad y desubicación extrema. Tal así era que hasta imaginaba la repercusión de sus preguntas, en las caras y acciones de los demás.
Mientras observaba a las personas hablar, elegía su blanco.
Esta vez, su pareja.

- ¿Te acordás cuando me cagaste?
- ¿En tu familia saben que cuando tenemos sexo, te gusta putearme?
- ¿Ya le contaste a tus papas que a tu ex novia la dejaste embarazada pero abortó?

Luego siguió con la hermana.

- Y decime... ¿vos a qué edad perdiste la virginidad?
- ¿ Por qué llorabas a noche?

Y por último, eligió atacar a los padres en conjunto.

- ¿Y el trabajo? ¿los siguen estafando como siempre?
- ¿Van mejor en la cama o el viejo tiene que tomar Viagra? 

Su cara se iba transformando al imaginar las reacciones ante las preguntas que formulaba.
A veces imaginaba como todos dejaban de masticar y se quedaban mirando al interrogado.
Otras veces imaginaba un drama, donde la víctima comenzaba a llorar porque a veces sus preguntas eran demasiado crueles o muy íntimas como para que el resto de la familia las estuviera escuchando.
Normalmente intentaba agarrarse de datos que ella ya sabía, aunque otras cosas las suponía, o las daba por obvias.
Ni siquiera ella sabía a qué llegaba con este juego. Solo le divertía pasar el tiempo de esa forma en vez de tener que escuchar cosas que no le interesaban, y menos de alguien quien no la hacía feliz. Estaba perdiendo el tiempo y lo sabía.
No tenía ganas de volver a pensar en eso. Entonces, siguió pensando preguntas.

miércoles, 10 de abril de 2013

Rimas sin anestesia.


Te voy a llevar. Te voy a sentar.
Los pies y manos te voy a atar.
La boca no hace falta porque lo último que haces es hablar.
Voy a gritar. Me vas a escuchar.
Desde las cosas más obvias hasta las que no se pueden contar.
Te voy a llenar de cachetadas. Te voy a dejar la cara marcada.
Te voy a arrancar todos los pelos. Hasta que se me vayan todos los celos.
Cada uno de tus dedos voy a arrancar y nada vas a poder tocar.
De a poco te baño en alcohol. Te tiro un poquito en los ojos así no podes ver más el sol.
Sin miedo, con un revólver te voy a apuntar y en tu cara de súplica mis ojos se van a clavar.
Quiero jugar con vos hasta que me canse. Quiero destruirte a mi ritmo y que el tiempo me alcance.
No vas a correr, no vas a gritar. Esta vez tu presencia no me va a perturbar.
Cuando sea el momento, un fósforo me vas a ver prender. Llena de entusiasmo y riendo te voy a ver arder.
Finalmente, en un éxtasis de felicidad observo como tu cuerpo de a poco se termina de calcinar.
¿ Realmente tus cenizas tengo que barrer? ¿Enserio lo tengo que responder?
Yo no soy la que miente. En cambio vos sí. Merecías que te arrancara los dientes.
Igualmente, ya no queda nada de vos. Me siento rara. Te extraño. A penas se quién sos.

martes, 9 de abril de 2013

Contestá.

¿Dónde estás?
¿Qué haces?
¿Qué queres?
¿Por qué no apareces?
¿Por qué no me decís?
¿No querés?
¿No te gusta?
¿No vas a responder?
¿Por que te vas?
¿Sos idiota?
¿Me extrañas?
¿Te acordás?
¿Me escuchas?
¿Me ves?
¿Me estas mintiendo?
¿Qué te pasa?
¿Qué pensas?
¿Te gusta?
¿Por qué hablan?
¿Sos?
¿Te haces?
¿Podes más?
Ah, ¿no vas a responder?
...
Voy a gritar tan fuerte. Eso es lo que voy a hacer.
No me das señales. No las encuentro.
¿Las hay?
¿Vas a volver?
...
Ah, ¿no vas a responder entonces?
Ah, ¿no vas a responder entonces?
Ah, ¿no vas a responder entonces?
...
Entonces no te quedes más.

lunes, 8 de abril de 2013

No puedo más.


Palabritas empujan dentro de mi boca. Quieren salir. 
Quieren expresarse de la forma más fuerte que exista sobre la tierra.
No puedo más.
Tengo las manos atadas. Los ojos vendados.
Te leo y no puedo más.
Te escucho y estoy bien.
Te veo a través de esta figura y no puedo más.
Estoy loca.
Me enfermé.
Me siento mal.
Me duele la cabeza.
Jajaja qué ironía.
Qué contradicción.
Esto es en vano.
Ya es tarde.
Estoy confundida. Quiero estarlo. Hacemelo saber. Me voy a arrepentir.

Las palabras van haciendo presión cada vez más.
De a poco, una por una comienzan a lastimar mis labios.
Me sangra. Ayudame. No me gusta. Me duele.
Finalmente me rindo. No puedo más.
Respiro hondo.

Y suelto.
Me gustas.

sábado, 6 de abril de 2013

Subte "D"


Bajó las escaleras con algo de entusiasmo y decepción a la vez.
No sabía si estar contenta o si tener a mano una caja de pañuelos y un revólver.
-Buen día- Dijo cuando se acercó a la boletería.
-Buen día- Respondió el empleado con amabilidad. Valoraba el buen trato de los pasajeros. No todos deseaban realmente buenos días. O por lo menos no sus caras.
- Dos viajes por favor- Pidió convencida, dejando un par de billetes y monedas sobre el mostrador.
-Aquí tiene.
-Gracias.
-No hay de qué.
Pasó la tarjeta por la máquina, conservando todavía un viaje.
Caminó hasta uno de los bancos, observando los enormes carteles de publicidades que sobresalían de las paredes.
Se sentó a esperar el primer subte, solo para verlo pasar. Al igual que al segundo, y al tercero, y al décimo cuarto.
De pronto, una figura se paró frente a ella.
-Disculpe que me meta, pero noté que hace algunos largos minutos que está aquí sentada, trabajo en el puesto de diarios de en frente pero como ve, mi turno ya terminó.
Ella lo miró y continuó esperando sin decir palabra alguna. A decir verdad, la presencia de aquel tipo la alteraba bastante.
- Me llamo Carlos. Un gusto - se presentó torpemente, esperando cualquier tipo de reacción de parte de ella.
- Hola- Contestó cortante, ya de mal humor.
-Vuelvo a pedir disculpas, pero le cuento, que al trabajar en esta estación, veo a diario personas  que se sientan a esperar a alguien y se pasan minutos, incluso horas, hasta que pasa el último subte y la gente de metro vías decide cortar la tensión pidiendo incómodamente que se retiren.
- No es mi caso. Gracias por la anécdota- Respondió sin sacar la vista que ahora se fijaba en un cartel  con una publicidad de relojes que se encontraba en la pared de en frente.
- Bueno, no vengo a sacarla de aquí porque no es mi trabajo...
- Entonces?
-Entonces nada, vengo a preguntarle si quiere compañía mientras espera.
-No, gracias.
El hombre no sabía si seguir insistiendo o si marcharse rápidamente antes de que esa mujer, cuyo nombre desconocía, lo apuntara con un revólver y acabara con su vida en menos tiempo del que llevaba esperando quién sabe a quién en aquella estación.
- Bueno, me quedaré aguardando al próximo subte de todas formas. Estas situaciones las vivo a diario, como ya le dije. Sería una pena que se quedara hasta el último subte.
- No es mi caso. Puede irse y ya?- Contestó algo furiosa, alterada, preocupada.
Esa reacción no había sido de su agrado. Entendía que aquella señorita no estaba en su mejor momento, pero tampoco iba a dejar que lo tratara de esa manera, a lo que respondió sin pensarlo demasiado:
- De acuerdo, al fin y al cabo no soy yo el que se queda echando raíces. Usted es un caso más aunque no lo acepte.
- Puede ser, pero de mis raíces va a crecer un árbol hermoso- Respondió con ironía, burlándose.
- Me parece perfecto, usted es una hermosa mujer y seguramente encontrará a alguien que la venga a regar todos los días mientras sigue esperando a quien plantó esa linda semillita, que ahora es un bello árbol repleto de raíces, las cuales están dificultando la llegada de mi subte. Debería cortarlas. Están enredándose en las vías, señorita.
- No se preocupe, traigo una podadora en mi cartera. Ya que insiste tanto, admito que soy uno de los tantos casos con los que se encuentra diariamente.
Finalmente, el subte llegó y el diariero se marchó.
Ella continuó esperando.