Sentado en silencio, escuchó las súplicas de sus compañeros y esperó a que llegara su turno.
Comprendió que todos los sentimientos que se estaban presentando sobre su cuerpo y mente, iban a ser los más intensos, los últimos seguramente.
Lo descomprimieron tanto física como mentalmente.
No había retorno. Dejó que hicieran con su cuerpo lo que quisieran. Como lo habían hecho con los demás.
Comenzó a sentir una leve brisa que luego se potenció de tal forma que se le dificultaba respirar.
Sintió y escuchó puertas abrirse. Sintió el aire puro pero lleno de mierda al mismo tiempo.
De repente, dos manos lo empujaron desde atrás y cayó.
Caída libre. Caída eterna. Su pecho explotó. Su cuerpo se debilitó. Su cabeza enloqueció. Su mente se borró.
En cuestión de segundos impactó sobre el agua, lo que provocó el crujido en ambas piernas. El dolor lo superó y lo obligó a desmayarse.
El agua lo tapó, al igual que a los miles de cuerpos que yacían a su alrededor sumergidos en ese cementerio helado, saturado de vidas, recuerdos, ideas, sentimientos, años prometedores desperdiciados, yendo a favor de la corriente de ríos a la espera de un mundo más, que ahora terminaría siendo parte nada más y nada menos que un festín para las criaturas que vivían en ellos.
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