jueves, 18 de abril de 2013

Basurita.


Hacía meses que sentía una molestia en su ojo derecho, la cual se iba agravando cada vez más en menor tiempo.
Por momentos, esa basurita que habitaba por debajo de su párpado, decidía irse a dar un par de vueltas, lo cual era un inmenso alivio y eso producía una gran satisfacción, pero luego, después de un par de horas, la invasora volvía.
Con el tiempo comenzó a sufrir grandes molestias que ahora se convertían en barreras dentro de su cabeza, que por momentos generaban una especie de cortocircuito que no le permitían concentrarse, a veces, incluso, pensar.
Necesitaba ir a un doctor urgente, ya que podía sentir como ésta se desplazaba por su ojo, pero algo le decía que iba a terminar escuchando la frase más preocupante ante un problema: "no tiene nada".
Había momentos en los que la basurita comenzaba a hacerse notar cada vez más, y en momentos claves.
Cuando abría el Facebook, o al recibir un mensaje de texto, al esperar una respuesta, al sentir la falta de presencia  de "X" persona o incluso al recordar ciertas cosas.
Estas situaciones hacían que su paciencia terminara con su cuerpo entero, desplomado sobre el piso de su baño, y sus ojos rompiendo en un llanto inconsolable.
¿Por qué le angustiaba tanto?
Es que en realidad, era algo desesperante.
Las semanas pasaron hasta que un día, la basurita desapareció. Se dio cuenta porque pudo sentirlo. Hasta imaginó su partida con valijas y todo, ya que se había instalado de manera tal que el ojo había sido tomado como su hogar.
Pero aunque se hubiera marchado, y esta vez para siempre, seguía sintiendo la sensación de que ésta ya era parte de sí.

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