domingo, 12 de mayo de 2013

Brindemos con café.


El momento era ahora o nunca. Nunca más en su vida. Bajo ningún término.
Bajo ninguna condición. Imposible.
Tenía que dar ese salto que la iba a impulsar a terminar con todo. O empezar con algo nuevo.
Lo pensó una vez. Lo pensó rápido. Lo pensó medio. Lo pensó despacio.
Su cabeza la obligaba a digerirlo de cuantas maneras posibles pudiera. 
Pero a la vez no quería detenerse un segundo más ni perder el tiempo.
Sostenía un pequeño frasco entre sus manos. Se encontraba enfrentada a una bandeja con dos tazas de café.
Comenzó a sudar. Tenía miedo porque sabía que si lo hacía, nada iba a salir mal. A menos que se arrepintiera y cometiera un "acto de bondad" frente a su víctima,
que permanecía a la espera de alguna bebida post almuerzo o algo así.
La única barrera que le bloqueaba el paso, era pensar en terceros. En la repercusión de éstos.
Lo demás era simple. Nunca había planeado algo tan poco predecible como la muerte inoportuna de alguien.
Contó hasta diez como si se tratara de un juego. Respiró hondo como si fuera a sumergirse en las aguas más profundas. Puso su mente en frío como si se encontrara en pleno verano.
Vertió las pastillas como si fueran para sí misma. ¿Realmente lo eran? ¿El cartero se había confundido de destinatario?
Pudo observar como una pastilla cayó haciendo salpicar gotas de café por fuera de los bordes de una de las tazas.
Acto seguido, repitió la acción, pero con la otra taza. Fin para ambas.
A aquel hijo de puta le va a doler más el hecho de quedarse sin el pan y sin la torta. -pensó-
De todos modos su cabeza ya no estaba lo suficientemente lúcida como para frenar, distinguir, arrepentirse o enfrentar nada ante esa situación. Los meses la habían consumido.
Ahora podía estar tranquila, pero desde otro mundo.
-Brindemos con café. - propuso-


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