miércoles, 19 de noviembre de 2014

Quemando lectura.

Me quedé varada en la introducción de aquél librito que,a juzgar por su tapa, prometía ser interesante. Lo abrí pretendiendo que la lectura me separase de los gritos matutinos que rebotaban por las paredes de mi casa. Su letra era tan pequeña que tenía que entrecerrar los ojos para deducirla. Eso ya no me gustaba. Habían pasado seis minutos y mi vista releía el mismo párrafo una y otra vez mezclando palabras que no existían con frases que sí. Mientras fingía seguir con la lectura, me imaginaba rociando sus páginas con alcohol para luego verlo arder ante mi mal humor por no lograr llamar mi atención al abrirlo.