Permanecieron inmóviles por un rato.
Mirándose el uno al otro y transmitiendo un pasado cargado en sus ojos.
Ambos tenían qué contar. Pero ese momento no era para hablar.
Era momento de olvido. De fingir. De hacer de cuenta.
Lo demás vendría solo.
Fingirían ser el uno para el otro.
Hasta darse cuenta, algún día, que todo había sido tiempo perdido.
Y no habría historia que seguir con falsedad de por medio.
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