Rápido.
Y de a poquito te vas metiendo dentro del agua.
Primero un pie, después otro.
El agua llega hasta tus rodillas y seguis caminando.
Te miro desde la orilla.
Ni por casualidad te darías vuelta para ver si sigo ahí. Ya sabes que sí.
Aumentas la marcha. Contenes la respiración cuando el agua se pone a la altura de tus hombros.
Pera. Boca. Nariz. Ojos. Orejas. Pelo.
Todo cubierto por algo que me es imposible adivinar.
Y de pronto, desaparecés.
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