martes, 12 de marzo de 2013

Alpiste perdiste.


Te voy siguiendo por el lugar, levantando polvo, buscándote con la mirada para que no te vuelvas a escapar, aunque bueno, estas corriendo y me cuesta llegar a donde estas.
Esquivas los árboles con elegancia. Te tiras al piso y me esperas, dándome ventaja porque, sí, me encuentro a kilómetros.
Te tiras boca abajo en la tierra. Los codos apoyados sobre una piedra de un liso perfecto, justo para la ocación. La cabeza apoyada sobre tus brazos que ahora estan cruzados.
Subis tu pierna derecha a la altura de tu pecho. Se te levanta la remera y puede verse tu ropa interior. Me calienta. (je)
Me encanta como te estiras, como me esperas, como te escapas y como al fin desaparecés para que te siga buscando.
Llego a la entrada del caos en el que te metiste, claramente, me perdí para llegar. 
Podes sentir  mis ganas de atraparte y ahí es cuando te incorporas de un salto y volas.
Mientras corro, el viento me pega en la cara y me hace llorar los ojos. Aprovecho y lo uso como excusa. 
De repente mi mente comienza a ponerse en blanco y no puedo seguirte el juego. Me choco contra todos los árboles que aparecen en mi camino.
Caigo al suelo cuando una rama gigante me atraviesa el craneo e instantáneamente caigo de culo al piso. 
No quiero pensar qué hago ahí corriéndote ni que acaba de pasar porque cada segundo que lo hago, mis ganas de desaparecer de la faz de la tierra van aumentando y en enormes cantidades.
Te diste cuenta que no te sigo más. Detenes la marcha y volves hacia atrás.
Me ves tirada en el piso con los ojos cerrados y te acercas a donde estoy, pretendiendo levantarme, bordearme la cabeza con tu brazo derecho, con tu mano en mi frente y que sigamos jugando.
Cuando estas a centímetros mío, abro los ojos, me levanto en menos de un segundo y te atrapo. Gané el juego. 

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