Los dos dedos que llevas a tus oídos en el momento previo a la explosión de la piñata.
Las manías que no te dejan dormir en paz.
La satisfacción de dar vuelta la almohada en un día de verano.
El inquietante silencio dentro de un ascensor con personas a bordo.
Ese consenso obvio por gritar cuando se corta la luz en el aula.
El doloroso tajo al cortarte el dedo con una hoja.
El odio por el invierno.
El odio por el verano.
La aceleracion del paso al caminar por el sector oscuro de tu casa.
La sensación pre y post estornudo. La dolorosa pérdida del mismo.
El placentero momento de besar a quien te gusta.
El crujir de las hojas al pisarlas en otoño.
Las veces que no me escuchaste.
Los olores prohibidos.
La inseguridad que invita a los celos.
Las risas lastimosas.
Esa satisfacción que te llena la panza al recibir un mensaje.
Las endorfinas subiendo por tu cuerpo al disfrutar de un chocolate.
Esa piel de gallina que invade tu espalda tras el recorrido de algún mimito.
Los diez minutos antes de la hora.
La puntada en el pecho.
Las palabras guardadas.
La autodestrucción programada al tipear su nombre.
El mar dulce en tu boca luego de darle un mordisco al algodón de azúcar.
La comprensión de los hechos.
El olor a fósforo.
El descubrimiento de las verdaderas intenciones.
La desesperación.
La fricción de ambos cuerpos.
El ahogo de un llanto.
El comienzo de nada.
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