Solo escribo esto para
descargarme. Para pedirte perdón por las veces que te molesté con mis
problemas. Es que no sabes lo difícil que se me hace vivirlo todos los días.
Cada vez que pasa, puedo sentir cómo un barrote nuevo me encierra en una jaula
creada nada más y nada menos que por mi cabeza.
Perdón por hacerte caminar
del lado izquierdo, aún en los días de
lluvia.
Perdón por todo ese cuidado que sabes que debes tener
porque odio que la milanesa toque la ensalada. Juro que si esto no pasara, me
comería todos los platos con comida que tuviste que tirar por mi culpa.
Perdón por no poder
conformarme con hacer las cosas solo una vez.
No quiero despertarte más
por las noches, cuando llego a casa y te veo durmiendo profundamente. Pero es que
el interruptor de la luz me lo pide a gritos.
Enciendo y apago. Enciendo
y apago. Enciendo y apago. Y tu sueño es tan liviano. O será que ya estas
acostumbrada y ambos sabemos que eso no debería suceder. Pero te despertas, me
miras y puedo ver esa angustia e impotencia por no poder ayudarme.
Quisiera anular cada grito
que te pegué por olvidarte de cerrar los placares, el microondas, o algún
cajón. Pero esa abertura me roba segundos de vida, y siento que todo se
desmorona a mi alrededor, que no puedo sostener la cordura, y necesito poner un
orden.
Perdón por tener que tocar
cada tacho de basura con el que me cruzo. No sientas celos de ellos. Creerías que te tomo el pelo,
pero amo cada paseo con vos, amo que comprendas esa desviación necesaria para
llegar al poste donde éste se encuentra y que observes cómo extiendo mi brazo
para tocarlo, aunque sea con la punta del dedo.
Todos estos problemas me
hacen amarte cada vez más fuerte. Amarte tres veces a falta de una. Amarte por
comprenderlos. Amarte por ser mi cómplice.
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