Noches incompletas. Dientes que rechinan. Sueños que
inquietan. Odio en las piernas, en los brazos, en las manos, en la cabeza.
Dedos temblorosos, la voz frágil, dudosa, quebradiza.
El miedo invade, se apodera de la mente. Saca conclusiones.
Suicidio que sube desde el vientre.
Gritar, morir, matar, llorar, hasta que el cuerpo quede
inútil como una mosca sin alas para volar. Hasta que quede descansando sobre el asfalto, a
metros del balcón. O pudriéndose en un sillón.
Hasta que la mente se calle de una vez. Solo porque ya
murió.
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