Después de tomar un trago de tu indiferencia siento como todas las palabras que conforman una conversación con vos, quedan suspendidas en el aire, como si se tratara de gotitas de agua en una nube.
Y así el panorama se va nublando cada vez más.
Y vos soplas fuerte hacia mi lado, tirándome todas las nubes negras que amenazan con estallar.
Entonces, al abrir los ojos, una tormenta poco piadosa me pega en la cara.
Las palabras caen ahora en forma de diluvio.
Caen a mis pies. Me mojan las zapatillas, la remera, el pantalón.
Tanta humillación de sorpresa me obliga a dejar de hablarte hasta creer que luego de esa lluvia comienza a salir el sol y de a poco crece la vegetación.
Pero pequeñas señales de este nuevo día me indican que mañana va a volver a llover.
Hoy pienso que abrir mi paraguas y caminar en dirección contraria va a ser lo mejor.
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