viernes, 12 de diciembre de 2014

Metástasis.

Dormís en una noche tranquila, tu cuerpo está en discordia con la temperatura del ambiente, se encuentra sudando.
Acompañas tu respiración con los pensamientos que entran y salen de tu soñar.
Un movimiento de tu brazo invade mi espacio y siento tu codo rozar mi cabeza.
Lo confundo con un cable de descarga y comienzo a soltar todo lo que baila por mi mente  a altas horas de la noche.
Tu codo comienza a arrugarse un poco más de lo normal.  Se tensa, se agrieta, levanta temperatura.
Como una metástasis, toma poder de tu brazo entero, que ahora permanece inmóvil y con aspecto débil.
Sus pelos se tiñen de blanco y caen muertos sobre la almohada.
Un olor hediondo se mete sin avisar por mi nariz. Tu brazo se pudre.

Mi cabeza también.


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